SÁNCHEZ: LA FORMA DE MANTENER EL PODER EN ESPAÑA

Luis Daniel Álvarez V.

Gerente general de Policreativa Consultores

Hace algunas semanas hablábamos de Pedro Sánchez y de su llamado a un adelanto de elecciones generales, luego de una derrota en los comicios municipales y de algunas regiones autónomas. Varios análisis se centraron en colocar al presidente de gobierno como un desesperado actor que ante la inminencia del descontento creciente optaba por llamar a un adelanto del proceso electoral para que la caída no fuese tan acentuada. Otros lo veían como un ser desesperado que actuaba con premura, mientras sus adversarios celebraban sus victorias y recalcaban que los días del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el poder estaban contados.

Bajo este escenario, acompañado por la imagen desgastada y tal vez resignada de Sánchez que vendieron algunos medios, se llevaron a cabo las elecciones generales el pasado 23 de julio, aderezadas por unas encuestas que daban ganador de manera rotunda al Partido Popular (PP) y que ponían el reto en determinar si Núñez Feijóo podría gobernar solo o si tendría que asociarse al polémico VOX, partido que se buscaba posicionar en el tercer lugar de las preferencias –bastante distante a los dos primeros- para conseguir el poder.

Las elecciones las ganó el PP pero con una ventaja no tan marcada frente al PSOE, pudiendo incluso observarse que la diferencia de votos fue bastante estrecha y menor a la de las elecciones regionales y municipales de hace algunas semanas. Aunque Núñez Feijóo ha insistido desde la campaña que el partido ganador debe tener consideración para gobernar –al punto de que en un debate con Sánchez lo conminaba a firmar un pacto en este sentido- pareciera que su opción luce lejana, pues ni siquiera un incómodo pacto con VOX –partido que sufrió una debacle acentuada- es suficiente.

Si bien es cierto que para Sánchez tampoco resulta sencillo formar gobierno, su aspiración pareciera mucho más llevadera, pues hay familiaridad con Yolanda Díaz, aunque algunos dicen que su partido Sumar no salió tan bien parado como pensaba. De igual manera, hay posibilidades de recurrir a las fuerzas regionales, pues aunque no les guste Sánchez y existan rencillas entre ellas –el caso catalán por citar un ejemplo- el menor mal para la óptica de estas fuerzas es que se mantenga el PSOE y no que lleguen los populares. Lo que sí es evidente es que las fuerzas de las regiones van a poner el listón alto, tal como ha señalado la dirigencia del partido catalán Junts en cuanto a que no van a hacer presidente de gobierno al socialista a cambio de nada, en lo que pareciera ser una apuesta retóricamente fuerte con miras a mutar a un escenario en el que puedan obtener algo.

Los entendidos señalan que los populares equivocaron la campaña al dejarse impregnar por un triunfalismo que los ubicó como ganadores antes de concretar la victoria. A juicio de VOX, también afectó que el PP buscó un voto útil que impidió que más diputados de VOX pudieran ganar. Evidentemente, este argumento del partido que conduce Santiago Abascal es la manera de fustigar a unos populares que buscaron en este ámbito deslastrarse de un eventual pacto con su partido, indicando que lo ideal es que no resulte necesario pactar con nadie. Tal vez buscando una cobertura mediática que la debacle electoral le impide tener, VOX ha empezado a apostar a una división en el PSOE para que Núñez Feijóo pueda gobernar, escenario frente al que la tercera fuerza no ejercería el bloqueo. Desde las filas socialdemócratas le respondieron que su único interlocutor es Sánchez, mientras que los populares le indicaron que seguirían luchando por su derecho a gobernar como primera fuerza electoral y que los contactos individualizados no se están dando. Pero la coyuntura es mucho más compleja, pues el Partido Nacionalista Vasco ha manifestado que no se sentaría en ningún gobierno en el que esté VOX.

Claro está que hay críticas por hacer. Si Sánchez consigue mantener el gobierno será sobre la base de unos acuerdos endebles que a la menor contradicción acabarían con la coalición. Pero tampoco escapa el PP de este escenario y algunos potenciales pactos pasan por acercamientos con partidos por determinadas ofertas. Es la hipoteca del ejercicio político, repitiéndose incluso a cada lado partidos que no durarían en adherirse a uno u otro bloque, dependiendo de lo jugoso de la tajada.

Ganó indudablemente Sánchez al lograr evitar que lo sacaran del poder. Núñez Feijóo, quien  condujo al partido al primer lugar de los votos, pero siente el sinsabor de no haber ganado, tendrá además que lidiar con las corrientes internas, fundamentalmente con Díaz Ayuso, cuya estampa madrileña pareciera ser credencial para aspirar la conducción del partido, pero pudiendo correr la misma de suerte de figuras como Inés Arrimada –hoy melancólicamente retirada de la política ante el acabose de Ciudadanos- quien cambió el liderazgo catalán por la inseguridad de aventurarse en la política nacional.

La incertidumbre anida en España, de eso no hay duda. Lo que puede afirmarse con determinación es que Sánchez es un político mucho más sagaz de la imagen burda con la que lo muestran algunos. Aunque tendrá que recurrir a agrupaciones con tono y proceder polémicos, su mano izquierda puede posicionarlo favorablemente y permitirle imponer en España una visión socialdemócrata propia y pujante.

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