POLÍTICA, ORATORIA Y RETÓRICA

María Elvira Rodríguez

Presidenta de Policreativa Consultores

La política es una actividad humana que se ocupa de la organización y el gobierno de las sociedades. Según Giovanni Sartori, es la “disciplina que estudia o investiga, con la metodología de las ciencias empíricas, los diversos aspectos de la realidad política, con el fin de explicarla lo más completamente posible[i]”. Esta implica el ejercicio del poder, la toma de decisiones, la representación de intereses, la resolución de conflictos y la distribución de recursos. La política se basa en normas, instituciones, actores y procesos que regulan la convivencia social.

Esta ciencia, que para muchos es un arte, tiene diferentes dimensiones, como la política interna, la política externa, la política económica, la política social, etc. La política también tiene diferentes niveles, como la política local, la política nacional, la política regional o la política global. La política se manifiesta en diferentes ámbitos, como el Estado, los partidos, los movimientos sociales, los medios de comunicación, etc.

La política es una actividad compleja y dinámica que afecta a todos los aspectos de la vida humana. Y también es necesaria y deseable para garantizar el orden, la libertad y el progreso de las sociedades. Pero, por esas mismas razones, la política requiere ser comunicada por sus actores a su público. Es decir, los que se dedican a la política necesitan manejar herramientas para poder expresar sus ideas, argumentar, convencer. Aquí entran em juego figuras como la oratoria y la retórica.

La oratoria y la retórica son dos disciplinas que se relacionan con el arte de hablar en público, persuadir y convencer a los oyentes. Estas habilidades son fundamentales para la ciencia política, ya que los políticos deben comunicar sus ideas, propuestas y valores de forma efectiva y atractiva.

La oratoria es el arte de hablar en público con elocuencia, claridad y orden. Y tiene como objetivo informar, educar, motivar o persuadir a los oyentes, según el propósito del orador. Esta requiere de una buena preparación del discurso, una adecuada adaptación al contexto y al público, y una correcta expresión verbal y no verbal.

Por su parte, la retórica es el arte de persuadir mediante el uso de recursos lingüísticos y argumentativos. Se basa en el estudio de las formas de razonar, las emociones y los valores que influyen en la opinión de los receptores y su finalidad es convencer, seducir o manipular a los oyentes, según la intención del orador.

Ambas figuras son herramientas esenciales para la ciencia política, ya que permiten a los políticos comunicarse con la ciudadanía, defender sus posiciones, debatir con sus adversarios, movilizar a sus seguidores y ganar votos. La oratoria y la retórica también son instrumentos para la democracia, ya que facilitan el diálogo, el pluralismo y la participación política.

Y es que, la convicción, que es el objetivo de la ciencia, era cosa de un hombre individual consigo mismo, mientras que la persuasión, que es la meta de la retórica, era siempre cosa de dos, el que persuade y el que se deja persuadir.

Por ello es clave entender la importancia de la oratoria y l retórica en el mundo político. Más que saber hablar, es fundamental saberse comunicar, que las ideas propias puedan ser entendidas por el receptor del mensaje, y que esas ideas convenzan.

Ahora bien, la oratoria y la retórica también pueden tener un uso negativo o abusivo en la ciencia política, cuando se emplean para engañar, desinformar, polarizar o atacar a los oponentes. Hoy vemos mucho de eso en el mundo entero. La oratoria y la retórica pueden ser utilizadas para crear discursos populistas, demagógicos o extremistas, que apelan a las emociones irracionales o al prejuicio de los oyentes y puede tener consecuencias negativas para la democracia, como la erosión de la confianza en las instituciones, el aumento de la intolerancia y la violencia, o la manipulación de la voluntad popular

Los políticos deben ser responsables y éticos al emplear estas técnicas, y los ciudadanos deben ser críticos y reflexivos al escucharlas.

En el discurso político, que por su propia naturaleza es retórico, siempre hay una persona del otro lado, que recibe el mensaje, que además es ciudadano, que participa de un código común, es decir, de un conjunto de conceptos políticos o relativos a la ciudadanía. Ese receptor del mensaje político siente, sufre y padece los problemas que el actor político pretende solventar. Ahí es fundamental dirigir el discurso, en que el público sienta que se tienen las capacidades para solucionar problemas de índole político.

Los oradores políticos de hoy no solo practican su buen verbo o su dicción, sino que su tono de voz, postura, mirada, gestos, inteligencia emocional, empatía, y por supuesto, el contenido de su discurso, logre convencer a quién recibe el mensaje, que el que está emitiendo la comunicación está a la vez, convencido de lo que está diciendo. Es decir, como dice el autor Albadejo[ii], es un juego de convencimientos: del que convence y el que debe ser convencido.

En política la oratoria deja muy poco espacio a la improvisación. Para convencer hay que estar convencido, o en su defecto, parecerlo y mostrarse muy firme.

No se trata solo de persuadir a quien escucha, sino que el discurso político debe provocar emociones positivas. Lo ideal es que la audiencia disfrute con lo escuchado.

Es fundamental manejar técnicas para controlar el miedo escénico. Teodoro Petkoff, un importante político venezolano, que fue varias veces candidato presidencial, ministro, diputado, jefe de Partido, que incluso fue famoso por enfrentare al movimiento soviético desde las propias filas del socialismo, decía que luego de más de sesenta años dando discursos todos los días, siempre sentía nervios antes de hablar en público, y mucho más si era ante una cámara de televisión. Para ello, hay técnicas que hay que practicar constantemente.

El mensaje debe ser estructurado. Un discurso caótico, que no tiene una organización clara, resulta inentendible y no logará nunca su cometido.

El manejo de la voz y la respiración es fundamental. El tono que se emplee, su pronunciación, la velocidad con la que se hable, son factores determinantes. También juega papel fundamental el uso correcto del lenguaje, tratando de evitar muletillas. Sin embargo, no es recomendable emplear demasiados tecnicismos para poder hacerse entender mejor.

Hay que saber prestar atención al público para saber si el discurso está calando en el público presente.

Y son importantes ciertas habilidades sociales, como por ejemplo, la asertividad. Al momento de defender las ideas, para poder respetar a los demás, o empatía para ponerse en lugar de quien escucha el mensaje

En conclusión, el uso de la oratoria y la retórica en la política es una herramienta poderosa para persuadir, informar y movilizar a las audiencias. Los políticos emplean diversas estrategias discursivas para construir su imagen, transmitir sus ideas y generar confianza y empatía.

Sin embargo, también pueden usar la oratoria y la retórica de forma manipuladora, engañosa o demagógica. Por eso, es importante que los ciudadanos desarrollen un pensamiento crítico y analítico para evaluar los discursos políticos y sus implicaciones.


[i] Giovanni Sartori. La política, método, ciencia y filosofía. México: FCE, 1986.

[ii] Tomás Albadejo. Sobre la posición comunicativa del receptor del discurso retórico”. Universidad de Valladolid. 1940.

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