Manuel Rojas Pérez
Javier Milei llegó al poder en medio de un mar de incertidumbre. Para muchos fue una sorpresa su llegada. Para otros, como quien escribe, su victoria se veía venir dado el hastío que están causando en América Latina los gobiernos populistas de izquierda que, entre visiones autoritarias como Maduro en Venezuela, totalitarias como Ortega en Nicaragua o que se dedican más al debate ideológico que a la gestión pública como Petro en Colombia, ha hecho que el ciudadano busque otras opciones. Y Javier Milei era la encarnación absoluta algo distinto.
Milei se hace fuerte contrariando al peronismo con mucha inteligencia, golpeando políticamente donde más duele: en la economía. Fue demostrando que el sistema económico que implementaban los Kirchner primero y Alberto Fernández después, era un fracaso. Y, como profesor de economía, prometía cambiar el rumbo de las cosas.
Hasta ahí, todo muy bien. Las promesas de disminuir al Estado, de reformar la Administración, de eliminar la corrupción, sonaban en los oídos de los argentinos, y de muchos otros ciudadanos fuera de la Argentina, como un bálsamo.
Milei decide, además, distinguirse políticamente de todo y de todos. Cuando ganó las primarias se sintió inalcanzable y atacó no solo al gobierno de Fernández sino también al anterior gobierno de Macri. Insulta a la candidata del macrismo, Patricia Bullrich, llamándola asesina y montonera. Pero cuando el peronismo dio la sorpresa y ganó la primera vuelta, Milei entró en un proceso de contradicciones que lo hicieron aliarse con el sector de Mauricio Macri, y especialmente con Bullrich, quien pasó de ser asesina a ser candidata a ministro del eventual gobierno de Milei. Bullrich y el macrismo aguantaron, soportaron, tragaron grueso con el fin de llegar al gobierno a través de Patricia Bullrich.
Con ese apoyo ganó Milei la segunda vuelta y por tanto, la presidencia argentina. Y comenzó Milei a implementar las medidas que había dicho que haría. No engañó a nadie. Avisó que vendrían medidas muy dirás de shock económico, y las aplicó sin contemplaciones. Las explicó como las expondría seguramente en un salón de clases a sus alumnos de la carrera de economía. Y el pueblo argentino hasta ahora ha ido entendiendo la estrategia de gestión.
Pero donde a torcerse la ruta es cuando Milei, a nuestro entender, pretende dejar de un lado la gestión, el gobierno, para dedicarse a la ideología política. Milei ha estado viajando de manera constante fuera de su país a explicar su modelo económico, y eso no tendría mayor inconveniente sino fuera porque en ese marco, se ha dedicado también a involucrarse incluso en problemas que son internos de otros países.
En España, por ejemplo, estuvo en un acto político de VOX para la campaña para el Parlamento Europeo. La pregunta ¿qué tiene que ver un presidente latinoamericano con una elección europea? Pero, además de eso, se inmiscuyó en una denuncia que han hecho partidos españoles contra el presidente de gobierno, un problema español, que en teoría deberían resolver los españoles. Y se inmiscuyó de tal manera que ha generado un conflicto diplomático de importante magnitud entre España y Argentina congelando incluso las relaciones.
Ahora pretende hacer un acto para presentar su nuevo libro. No cualquier acto, un show musical en el Luna Park de Buenos Aires. A la hora de escribir este artículo no se había realizado el mencionado evento, pero se dice incluso que Milei cantará en ese acto (https://www.pagina12.com.ar/738789-javier-milei-canta-en-el-luna-park-y-presenta-su-nuevo-libro).
A nuestro entender, lo mejor que podría hacer Javier Milei es dedicarse a gestionar el gobierno argentino y esperar a que los propios hechos demuestren que ha tenido razón implementando sus medidas, y si eso ocurre, ahí sí podría aspirar a ser una referencia del liberalismo internacional. Recomendamos, con mucho respeto, acallar las voces internas que lo cusan de no gobernar, de descontrolar -aun más- el sistema económico argentino. Una vez lo logre, dedicarse a la expansión de su idea político-económica.