EL COLORADO PARAGUAY

Luis Daniel Álvarez V.

Gerente general de Policreativa  Consultores

La historia paraguaya está prácticamente unida a la de la Asociación Nacional Republicana, organización llamada también Partido Colorado, agrupación que ha regido los destinos de la nación desde hace años, salvo en un breve período en el que la oposición logró llegar al poder. De resto, el país ha estado sumido a gobiernos colorados de distinta naturaleza, pasando por mandatarios abiertamente dictatoriales, hasta populistas y líderes que no pueden preciarse de tener una ideología definida.

Desde 1943 líderes colorados han regido los destinos de Paraguay, período interrumpido en el quinquenio 2008-2013 cuando ganó las elecciones Fernando Lugo -mandato que fue culminado, dada la destitución del presidente, por el vicepresidente Federico Franco del Partido Liberal Radical Auténtico- ganando posteriormente los comicios Horacio Cartes, Mario Abdo Benítez y Santiago Peña, todos aspirantes de la tolda colorada.

La historia del Partido Colorado no deja de ser dolorosa y truculenta. Durante décadas la conducción del país estuvo bajo la sombra dictatorial del perverso Alfredo Stroessner, personaje que hizo del país su hacienda particular, mientras se enriquecía de manera grosera, perseguía con saña a sus adversarios, limitaba cualquier atisbo de participación ciudadana, censuraba a la prensa, se hacía reelegir fraudulentamente y preparaba su sucesión en torno a su círculo cercano, mientras la familia tenía trato preferente en las distintas instancias del Estado.

Stroessner llegó al poder derrocando al también colorado Federico Chaves y ganando unos comicios convocados por el gobierno provisional que sucedió al líder colorado. A partir de allí, 1954, el país transitará por las pretensiones de un dictador que realizaba procesos electorales para tratar de mostrar un rostro de alternancia y respeto que distaba mucho de la realidad que vivía el país. El tirano fue de los pocos mandatarios no democráticos en el siglo XX en la región que experimentó la arremetida dictatorial de la década del cincuenta y gobernó también durante la cruel oleada opresora que estuvo en los años setenta y ochenta.

El desparpajo del dictador llegó a ser de tal magnitud que en 1988 ganó los comicios, bajo manipulaciones evidentemente, creyendo que se abría nuevamente la brecha para la perpetuidad y el continuismo absoluto. Pero la suerte parecía echada y en una jugada del destino, así como Stroessner arribó al poder derrocando a un correligionario en 1954, 35 años después otro colorado, Andrés Rodríguez -consuegro del dictador- lo derrocó, iniciando una tenue democracia que la nación añoraba.

Aunque Andrés Rodríguez ocupaba puestos preponderantes durante la era dictatorial, pasó a la historia como el artífice de la transición, dejando en el pasado su marcada pertenencia al perfil oficialista. Importante resaltar que la permanencia del poder por parte de los colorados se debía, entre otras razones, a una hábil estrategia para fusionar al partido con el ejército.

Posteriormente llegaron al poder Juan Carlos Wasmosy y Raúl Cubas Grau, éste último quien tuvo que dejar la presidencia ante una situación de violencia que involucraba al país y al partido y que incluso había llevado al asesinato del vicepresidente Luis María Argaña. Luego del gobierno interino de Luis González Macchi, los colorados, pese a todo, mantuvieron el mando con Nicanor Duarte Frutos, quien terminó con la hegemonía colorada al tener que entregar el mando a Fernando Lugo.

Culminado el período de Lugo, cuya parte final la llevó, como ya se explicó, el vicepresidente Franco, los colorados han gobernado con Cartes y con Benítez, siendo electo en los comicios de ese año Santiago Peña.

El nuevo mandatario tendrá que llevar adelante la conducción de un gobierno que tiene a lo interno choques fuertes de tendencias. Seguirá eso sí con ciertas líneas de acción como sus vínculos regionales y su reconocimiento a la República de China (Taiwán). 

Ahora ¿no hay manera de derrotar al Partido Colorado? Evidentemente existe la forma, pero la oposición paraguaya debe cambiar su manera de pensar. Paraguay es una nación con enormes inequidades, en las que el indigenismo es un factor marcado y en el que la pobreza es palpable. Que los adversarios a los colorados sigan haciendo las cosas como siempre impedirá la salida de un partido notablemente desgastado y hasta cierto punto anquilosado.

La novedad en el discurso, la oferta interesante y palpable y la factibilidad de las acciones puede promover un cambio que pasa, eso sí, por un viraje en los rostros tradicionales que deben permitir el surgimiento de opciones frescas y dinámicas las cuales pueden potenciar su discurso con parámetros ideológicos y sustancialmente atractivos.

Aunque el Partido Colorado está inmerso en el imaginario colectivo como una estructura que forma parte de la esencia nacional, pareciera que ha llegado el momento de que un cambio impere y pueda ofrecer un rostro menos colorado y más multicolor en el que la nación logre desarrollarse.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *