MANUEL ROJAS PEREZ
“Il fascismo è l’antitesi della fede politica,
perché opprime tutti coloro la pensano diversamente”
Sandro Pertini
Mataron a Benazir Bhutto un 27 de diciembre, en 2007. Fue la primera mujer que ocupó el cargo de primera ministra de un país musulmán, Pakistán. Y lo hizo dos veces, de 1988 a 1990 y luego de 1993 a 1996. Probablemente ganaría nuevamente las elecciones en 2007 si no le hubiesen disparado y luego lanzado una bomba, culminando un mitin en el parque Liaquat National Bagh de Rawalpindi.
Con su muerte, renació la confirmación de una tragedia mundial: la violencia política derivada de los extremismos y los fundamentalismos.
Benazir Bhutto representaba para el mundo árabe, y particularmente para Pakistán, un movimiento de cambio y oposición a sistemas radicales extremistas, tiránicos y opresores de los pueblos.
El asesinato de Benazir Bhutto nos hace recordar que la violencia política, denominada fascismo, es un mal que se encuentra muy presente en la realidad mundial.
Y es que el fascismo es la cara más fea de la política: la política que no entiende de pares, no comprende la existencia de contrincantes, y no acepta sucesores.
El fascismo ha sido el arma de destrucción masiva más importante y efectiva de la historia. El fascismo se ha escondido bajo las fórmulas más inverosímiles: Stalin y su genocida régimen no fue otra cosa que un fascista que se escudó bajo la bandera del partido comunista ruso; Allende y Franco fueron fascistas consumados; Fidel Castro, quien pretende hacerse pasar por “izquierdista”, aplica de manera directa las teorías fascistas.
El fascismo es la teoría mediante la cual solo los miembros de un grupo político determinado son los únicos que pueden tener control del poder del Estado, con la obligación de exterminar a todas aquellas personas que no comulguen con las ideas de ese grupo político. Es la antítesis de la fe política, porque oprime a todos aquellos que piensan de forma diversa.
Pues, la violencia política fascista ha eliminado a fundamentales figuras políticas mundiales: Gaitán en Colombia, Kennedy y Martin Luther King en Estados Unidos, Gandhi en India, Aldo Moro en Italia, Remón en Panamá, Rabin en Israel, Sadat en Egipto, y ahora, Benazir Bhutto en Pakistán.
La violencia política en el mundo ha sido, y es, una gran tragedia, una verdadera desgracia, no aceptable en un mundo que se hace llamar civilizado. El mundo no se merece que sus ciudadanos desaparezcan de la manera que Benazir Bhutto se fue ayer del mundo. Sin gloria, sin despedirse, de la mano de un fanático, de un extremista que no aceptó que una mujer pudiera suplantar al presidente Muzharraf.
No es posible aceptar el chantaje al que los terroristas nos someten: o nos hacen caso o se mueren. Eso sencillamente es moralmente imposible de aceptar.
Pero, de Benazir Bhutto puedo decir, sin temor a equivocarnos que ella se enfrentó al entonces presidente de Pakistán, Pezrev Muzharraf, por una cuestión de honor y valor. Ella tenía un ideal, que era modernizar a su país, aunque ello le costara la vida. Benazir Bhutto pudo haber vivido cómodamente en Inglaterra. Pudo olvidarse de la política y de su país. Pero no lo hizo. Tuvo valor, honor y elevados ideales.
Pero el fascismo, la violencia política, no le permitió ser una idealista.
Una calamidad el atentado que causó la muerte de Benazir Bhutto. La violencia política debe acabar de una vez por todas. Todos debemos aceptar nuestras diferencias, y llegar a entendimientos y acuerdos. Y no acepar, en ninguna circunstancia, el chantaje del fascismo*.
* Artículo publicado en el Correo del Caroní el 4 de enero de 2007, y que reeditamos para Policreativa Consultores, con la promesa de escribir sobre el trágico desenlace de Fernando Villavicencio en Ecuador, que nos recordó el asesinato de Benazir Bhutto.